“No hay que temer a la muerte; la muerte no existe, es sólo una transición”
Elizabeth nació en Zurich en 1926, graduándose en Medicina en el 57. Siendo estudiante visitó campos de exterminio nazi tras la guerra sorprendiéndose de que los niños, en las paredes de los barracones donde esperaban su muerte inminente, habían plasmado sus sentimientos.
Lo que más le impactó es que, de forma natural e instintiva, aquellos niños no consideraban la muerte como un final, sino como un proceso de cambio, una mutación de estado, plasmándolo a través de dibujos de orugas que se transformaban en mariposas. A partir de entonces, Elizabeth se dedicó en cuerpo y alma a crear una nueva cultura sobre la muerte.
El símbolo de la mariposa se convertiría en un emblema de su trabajo, siendo para ella la muerte un renacimiento a un estado de vida superior. “Los niños- afirmaba- lo saben de forma intuitiva, si no les contagiamos nuestros miedos y dolor, ellos tienen la capacidad de enseñarnos muchas cosas”.
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