Un niño observaba en un cirso un enorme ejemplar de elefante que, después de hacer gala de una enorme fuerza durante su número, permanecía atado a una pequeña estaca clavada en el suelo, con una cadena que aprisionaba sus patas. Era obvio que tenía que ser capaz de liberarse con facilidad de aquel pequeño trozo de madera. El niño se preguntaba qué sujetaba entonces al animal.
Muchos años después, alguien le contó que aquel animal del circo no escapaba porque había estado atado a una estaca parecida desde que era muy pequeño. En aquel momento el elefantito empujó, tiró y sudó tratando de soltarse. Y, a pesar de sus esfuerzos, no lo consiguió, porque aquella estaca era demasiado grande para él. Lo intentó hasta el agotamiento, un día tras otro, por lo que el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino.
Ese elefante, grande y poderoso, tiene grabado el recuerdo de su fracaso cuando era diez veces más pequeño. Jamás ha vuelto a poner a prueba su fuerza.
Del mismo modo que ese elefante, muchas personas que en el pasado no fueron capaces de conseguir algo siguen clavadas a una estaca que podrían derribar con solo dar un paso hacia delante.
JORGE BUCAY.
Todas las verdades son provisionales. De nosotros depende cuestionar la realidad y decidir dónde está el límite....Francesc Miralles.
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