Con la mente de un depredador cruza los desiertos de esta vida
en constante búsqueda de su camino.
La arena en los ojos no le impide verlo claro.
En el espeso silencio, se deja llenar por el poder que habita en su interior.
Ha dejado de existir, en cierto modo ya no es ella.
El aire de fuego arde en sus pulmones, renovador.
Necesita hacer este viaje, lo hace a menudo, en cualquier parte, en cualquier momento.
La guerrera confía en sí misma, se busca en sus propios ojos.
Deja ir lo que está muerto, lo que ya no sirve, sólo existe el ahora.
Restaura así su equilibrio, su armonía con la naturaleza
y vuelve a su conciencia la Unidad a la que pertenece.
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