Detectar y detener el bullying es clave para evitar que la víctima desarrolle trastornos de estrés postraumático infantil que puede arrastrar a su vida de adulto
La violencia psicológica en forma de ridiculización, exclusión, burlas y bloqueo social del niño victimizado son las modalidades más comunes de acoso escolar, elementos que se encuentran en mas del 30% de los casos. La violencia física, las agresiones graves son menos frecuentes por ser más aparatosas y dejar mucha mayor huella.
Pese a la expectación mediática y los esfuerzos de las instituciones por erradicarlo, lo cierto es que el acoso escolar sigue siendo relativamente frecuente en nuestras aulas. Esta es una situación que no sólo supone un problema para la víctima en su edad escolar, sino que también para su futuro como adulto. De hecho, uno de cada cuatro escolares españoles de entre 8 y 17 años están en riesgo de padecer secuelas a causa del acoso y la violencia escolar.
El principal peligro del bullying para el futuro de los chavales son los trastornos derivados del estrés postraumático que puede generar. En las aulas españolas, al menos el 44% de los escolares ha padecido alguna situación de maltrato recurrente, según datos recogidos en el Informe Cisneros X sobre Acoso y Violencia Escolar. Este estudio revela, además, que la modalidad más frecuente de acoso escolar es la que se refiere al bloqueo social (marginación, aislamiento), presente en el 30% de los casos. Le siguen el hostigamiento (21%), la manipulación (20%) y la coacción (17%). Exclusión social (16%), intimidación (14%), agresiones (13%) y amenazas (9%) completan la tabla.
Evitar los mensajes psicológicamente tóxicos
Prevenir, detectar y detener el acoso cuanto antes es fundamental para evitar el desarrollo de secuelas y trastornos de estrés postraumático que pueden prolongarse y cronificarse, llegando hasta la madurez.
Es por esto que el psicólogo recomienda estar atento a la conducta del menor y apoyarle en cuanto sufra algún tipo de acoso. “Los padres deben escuchar al niño, apoyarle en todo y, sobre todo, evitar trivializar o banalizar el problema, enviando mensajes tóxicos del tipo ‘no hagas caso', ‘son cosas normales’ o ‘debes integrarte con tus compañeros’ pues que consiguen incrementar la indefensión del niño acosado, e internalizar la culpabilidad, paralizándolo”.
Muchos niños desarrollan introversión, retraimiento social y miedo que, en ocasiones y con la llegada de la adolescencia, “pueden llevar a un joven a querer quitarse de en medio”. Explicarles por qué son inocentes, cómo no existe ninguna justificación para sufrir ese maltrato, cómo todo aquello de lo que se les acusa y se les imputa es algo fabricado por los que acosan para convertirles en chivos expiatorios y cómo no se puede nunca justificar el acoso bajo ninguna circunstancia.
Detectar los síntomas
1.Irratibilidad del niño (rabietas o broncas sin mucho sentido)
2. Problemas psicosomáticos (dolores extraños, cefaleas, dolores de estómago, etc.)
3. Repentina resistencia a ir al colegio
4. Estados de disociación (cuando no quiere hablar del colegio como un mecanismo de defensa)
5. Onicofagia (morderse las uñas)
6. Cambios repentinos en el humor o en el rendimiento escolar (con el estrés postraumático pueden perder la concentración o la memoria a largo plazo), o el miedo a volver a clase después de un fin de semana o unos días de vacaciones, son algunos de esos síntomas.
Resulta significativo que no son precisamente los niños con cualidades desfavorecedoras los que sufren más acoso, sino que más bien suele ser al contrario. “La envidia suele provocar el maltrato hacia el chico más listo, los superdotados, la niña más resultona de la clase, los niños más sensibles y bondadosos, etc.” Los niños acosados suelen ser extraordinariamente sensibles, honrados, y empáticos. Eso les puede granjear mucha persecución por parte de quienes no lo son.
FUENTE: www.noticiasmedicas.es
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